Liliam Padrón, Danza Espiral; el desafío y el riesgo

Por Lisandra Herrera Benítez

En una ciudad rica culturalmente, Liliam Padrón y DanzaEspiral son argumento de esa riqueza. Con más de 40 años de trayectoria profesional, Lilita sigue siendo un referente de la danza en Matanzas y en todo el territorio cubano. Constante, trabajadora y honesta con su poética; mencionarla es hablar de la historia de la danza en su ciudad.

¿Cuándo y cómo entra Liliam Padrón a la danza?
Mi formación académica comenzó a los nueve años en ballet, en Matanzas solo existía esta especialidad. Cursando el nivel elemental vi muchas presentaciones de danza que me llamaron la atención más allá de la danza en puntas. Más tarde llegué a la ENA a estudiar la carrera profesoral. Allí pude asistir a las clases con los alumnos de danza porque coincidíamos en la misma escuela. Cuando me gradué en 1975, regresé a Matanzas y estuve trabajando con el movimiento de artistas aficionados, donde paradójicamente, nunca impartí clases de ballet, sino que explorábamos otras maneras de movernos y hacer.

Cuando comienzo en la Escuela de Instructores de Arte, me acerco de una manera práctica a otras manifestaciones que no era lo que había estudiado. Al folclor, por ejemplo, que realmente no tenía tenido ningún vínculo, solo que vivo en una zona donde los tambores suenan a todas horas y era todo lo que sabía. Tuve la experiencia de poder, de alguna manera, guiar en las direcciones a María Teresa Linares, quien me puso en contacto con lo más importante del folclore de ese momento, estoy hablando del año 1977. Tiempo después me llega una beca para ir a estudiar coreografía y pedagogía de la danza en la Unión Soviética. Allí me formé durante cuatro años y cuando me gradúo en el 1983, regresé a Cuba a poner en práctica todo lo que traía conmigo.

Recibió las enseñanzas del ballet y la danza cubana, luego otras metodologías en la URSS ¿Qué diferencias percibió la joven bailarina y maestra?
Sabemos cuál es el génesis de la Escuela Cubana de Ballet, que además tiene mucha influencia de la Escuela Rusa, allí pude incorporar otros conocimientos del trabajo del bailarín, otras experiencias. Los entrenamientos eran muy fuertes, el trabajo para preservar su cultura e identidad, esas fueron enseñanzas para toda la vida que luego fueron abriendo muchos caminos. Ellos no tenían danza moderna, pero sí ballet moderno, el ballet soviético bebía de la tradición de Petipá y había tenido Los Ballets Rusos, la gran revolución de la danza académica del siglo XX. Era muy interesante el trabajo que hacían, tuve la oportunidad de recibir asignaturas que aquí prácticamente no se conocían, entre ellas danzas de carácter y danzas
históricas, consecuencia del trabajo de Marius Petipá y sus estudios del folclor europeo llevado a la escena.

Tiempos de fundar… ¿cómo surge Danza Espiral?
A mi llegada de la Unión Soviética, vuelvo a trabajar con el Movimiento de Artistas Aficionados y ahí comencé también a organizar y realizar festivales. Hay que tener en cuenta que, en ese tiempo, el movimiento de aficionados era diferente, de ahí salieron grandes artistas de este país, había un sentido artístico y del compromiso y la ética muy fuerte. También los Instructores eran muy buenos; había muchas inquietudes creativas, estaban muy bien formados y se formaron agrupaciones muy interesantes. De esa forma conozco a Guillermo Luis Horta, que tenía un grupo de teatro experimental en Colombia. Él había hecho estudios de ballet y de teatro; desde que lo conozco tiene un trabajo interesante con la voz, siempre se inclinó al performance. También conocí a Ángel Luis Serviá, que ya falleció desgraciadamente; un estudioso del folclor con inquietudes más allá de este ámbito. Serviá estaba interesado en llevar de manera más actual y dígase en un lenguaje contemporáneo, el folclor. Junto a estos dos coreógrafos, uno más inclinado al teatro y otro al folclor, empezamos a nuclear a partir de intereses comunes, y así en el año 1987 concretamente se crea Danza Espiral.

Danza Espiral se funda en un momento en el que todavía no estaba aprobado el sistema de proyectos por parte del Ministerio de Cultura, debido al desarrollo artístico y cultural de Matanzas, es que, de manera excepcional, aprueban crear esta agrupación. Nosotros fuimos privilegiados. Así dimos el paso en un espacio fuera de la capital donde había creadores desarrollando sus proyectos que tenían una sólida experiencia, es el caso de la propia Marianela Boán, Rosario Cárdenas, Narciso Medina… quienes contribuyeron en la formación de Danza Espiral; recibimos el apoyo y el asesoramiento, venían a Matanzas a visitarnos. Ramiro Guerra siempre nos tendió la mano. Desde que estaba en el movimiento de aficionados conocía a Ramiro, ahí comenzó mi amistad con él. Estuvo siempre desde el comienzo de Danza Espiral, vio nacer el proyecto, los primeros trabajos, las inquietudes que teníamos. Siento mucho respeto por él y por su obra. Si Ramiro no hubiera existido, nosotros hubiéramos sido diferentes, si no le hubieran interrumpido su obra, tampoco hubiéramos sido iguales.

Espiral, ¿por qué este nombre para la compañía?
Teníamos intereses estéticos comunes, pero como procedíamos de diferentes formaciones, había que intentar mezclarlo todo. Esos procesos se dieron de alguna manera cuando surgió el Conjunto Nacional de Danza, que estaba Ramiro Guerra, Lorna Burdsall, Elfrida Mahler, personas formadas fuera de la academia, con poco conocimiento técnico, o sea, toda esa mixtura hizo que todo un movimiento de danza se solidificara, ahí está el referente directo. Nosotros, con una visión más contemporánea, estábamos buscando qué nombre le dábamos al proyecto. Entonces pensamos en la “espiral”. Teníamos claro el punto de partida, que, aunque era pequeño, nos dió otras dimensiones en el trabajo creativo y nos unió más. Cada montaje constituye un punto nuevo comienzo dentro de esa espiral que se expande. Hay muchos nombres que podía haber tenido la compañía, pero decidimos ese por ser coherente con nuestra realidad.

¿Cómo ve Lilita los cambios en la compañía, las nuevas generaciones?
Lo normal es que las agrupaciones cambien mucho. Sería deshonesto decir que los bailarines que están en un momento determinado, no definen en el montaje coreográfico, pero inevitablemente pueden tomar otros rumbos, y llegan otros que asumen esos roles. Desde mi experiencia entiendo que los procesos creativos son extremadamente cambiantes, empiezas de una forma y terminas de otra. Pienso y medito cómo lo voy a hacer, todo está relacionado con esas personas, el equipo de trabajo. He hecho obras que han marcado una pauta importante en la compañía, casi todos los bailarines que he tenido vienen sin formación académica, por lo tanto, existe una retroalimentación válida de ambas partes, por se necesita tener muy claro qué cosa es lo que se quiere y a dónde se quiere llegar. A partir del trabajo con estos bailarines que técnicamente pueden tener vacíos, guiándolos, he llegado a formas más interesantes o menos previstas en la danza.

¿Cuáles son las principales fuentes de inspiración para el trabajo creativo de Liliam Padrón?
Tengo muchas obras que están relacionadas con la literatura, lo cual no significa que haga una narración de la obra, pero sí me provoca mucho; cualquier imagen impulsa a un creador. No es que diga: “voy a montar esta obra”, es un cúmulo de información que una tiene de disimiles lecturas que ha hecho y experiencias que ha vivido, entonces en un momento determinado dice, “esto me parece interesante, lo voy a releer”. He tenido ese vínculo estrecho con la literatura, porque no solamente es una inspiración, sino también un desafío y un riesgo; he hecho muchas cosas de Virgilio Piñera, precisamente por eso.

También he partido de la pintura, de la propia música, aunque mi relación con esta es muy directa porque mi esposo y mi hijo son músicos, y ellos desde los inicios de mi carrera me han asesorado, tocando para poder hacer mis obras, pero yo no parto de la música, no me gusta que condicione mi movimiento. Trabajo toda mi investigación corporal, encuentro ese lenguaje y después le pongo la música.

Voy probando, a veces hago la obra, le establezco una música y luego la cambio. Hay coreografías que he estrenado y le he puesto la música en la noche antes del día del estreno. Así mismo, obras que son muy contundentes como es el caso de la Consagración de la primavera de Igor Stravinski, esa no la puedo cambiar, pero nunca quise que la música fuera lo que determinara mi coreografía. Investigamos y claro que hay cosas que no puedes llevarle la contraria, entonces encuentras un lenguaje y después ves cómo se mezclan. La música tiene que mantener su propuesta como lenguaje, así mismo, la danza, la escenografía, el vestuario, o sea, no hay que tirarlo todo sobre la danza, tampoco acomodarse o partir de la música, lo cual no significa que no haya hecho alguna pieza así. La lágrima fue una de ellas; puse la música, improvisé (que me encanta, lo que más me gusta es improvisar), y me acordé de algunas partes y después fui estructurando, hay piezas que construyo así. En mis solos hay mucho espacio de improvisación. Creo que cuando se empieza a pautar se va minimizando, depende entonces del intérprete, es ahí donde juega un papel importante, sobre todo cuando aporta a ese lenguaje corporal.

¿Qué representa para la compañía tener un concurso tan importante como lo es el DanzanDos?
Siempre tuve inquietudes porque estando en la ENA, creamos los festivales de danza, ballet, y de coreografía, aun siendo alumnos. En 1994, en pleno Período Especial, nos propusimos hacer un evento donde la compañía convocara. Ya existían festivales como el Solamente Solos, Los Días de la Danza, El Festival de Ballet de Camagüey, El Festival Internacional de Ballet de La Habana, entonces nosotros queríamos hacer un concurso que nos permitiera traer muchas agrupaciones y a partir de la propia estética de la compañía, que tenía muchas obras de dúos, decidimos hacerlo. En un principio no pensamos que fuera a trascender y este 2024, que toca hacerlo, cumplimos 30 años.

Nos interesa convocar a esas obras que están en proceso o ya concluidas y traerlas para analizarlas con los críticos antes de presentarlas al DanzanDos. También hemos defendido siempre la diversidad; no es solo un concurso de danza contemporánea. Aquí han concursado obras de ballet, de danza folclóricas afrocubanas, compañías flamencas, es algo maravilloso. Hemos tenido un público fiel, que le gusta la danza y sigue el concurso. Este concurso brinda la posibilidad a bailarines y creadores de coincidir, verse, tomar clases juntos, escucharse, exponerse ante otros públicos y otras opiniones, de hacerse un currículum donde pongan que participaron en el Concurso de Coreografía e Interpretación Danzandos, eso me da muchísimo gusto.

¿Qué retos implica ser la única compañía de danza contemporánea de la provincia de Matanzas?
Hay que tener mucha voluntad, y ser voluntarioso, que son dos cosas distintas, para poder emprender un proyecto así. Creo que no existen otras porque la gente ha visto cosas más interesantes y han preferido hacerlas, y no “meterse” en esto porque es complicado. Ojalá y existieran otras agrupaciones. Aquí tienen la posibilidad de crear y no muchos lo hacen, falta quizás interés o constancia por parte de las nuevas generaciones; es un camino difícil y de no pocos sacrificios.

Es muy interesante para nosotros, tener un público que siga a la compañía, no solo personas conocedoras, sino espectadores que se sorprendan con una obra que fue estrenada hace muchos años, le doy un gran valor a eso, quizás este es un gran reto. Hemos tenido momentos muy complicados de no tener ni un bailarín, pero yo tengo mi manera, primero doy la posibilidad a todo el que quiera, de crear, porque realmente ahí podría estar una posible continuidad. El día que yo me canse, me gustaría, que si se hace otro grupo se llame de otra manera y Espiral llega hasta donde llegue yo.

Después de más de 35 años con Danza Espiral, ¿cómo ve la danza que se hacía en los años 90 y la que se hace ahora, evolución, inercia, riesgo…?
Me parece que una obra que trasciende en el tiempo es verdaderamente un suceso. Creo que muchas de las cosas que se hicieron en los 80 y los 90 a veces fueron más renovadoras que lo que se pone ahora, claro eran otros tiempos y otros impulsos. Ahora hay una tendencia a repetirse algunos elementos y obras, aunque tengan opiniones favorables. Hay piezas que son contundentes, tienen la aprobación del público y un resultado mediático importante; hay otros que son tan importantes como esos y no lo tienen, no pasa nada, es como si no existiera. Esto pasó desde los primeros habitantes hasta hoy. Los 80 y los 90 fueron épocas de muchas rupturas, casi todo lo que se ve hoy como “novedoso” tiene su antecedente allí o en otras épocas. Por eso no me quejo de las críticas que he tenido, al contrario, las agradezco, algunas más fuertes y otras haciendo análisis profundo de las obras… Yo estoy feliz con lo que hago y donde lo hago.

Al finalizar la entrevista, y sin pregunta en mano Liliam me confesó: en el primer programa que hicimos, la última oración decía “todo tiene su verdad”, yo no tengo que convencer a nadie de mi verdad, porque es la mía y merece un respeto, y yo respeto mucho todo lo que hacen los demás.

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