Enrique Leyva Brines. La perseverancia y la constancia fueron mis aliados

Enrique Leyva en Otelo, Danza Espiral, coreografía de Lilliam Padrón. Foto Tomada de su perfil de Facebook

Por Christian A. Cabeza Ramos
Enrique Leyva Brines o “Enriquito”, como sus más allegados le dicen, es uno de los bailarines más longevos de la compañía Danza Espiral, una formación surgida en 1987 en Matanzas. Danza Espiral ha sido su casa donde ha pasado mas de dos décadas, como uno de sus primeros bailarines, al lado de la maestra Lilliam Padrón, fundadora de la agrupación y promotora permanente de la danza en Cuba.
Fui compañero de elenco de Enriquito por varios años, admiré su constancia como bailarín. Ahora, por elección, mi vida tomó otros rumbos y estudio en el perfil Danzología de la Facultad de Arte Danzario. Así que cuando tuve que elegir una persona para mi ejercicio de Entrevista de Personalidad, no lo pensé dos veces y elegí a Enriquito. Pero como estos tiempos van tan de prisa, tuvimos que acudir a las nuevas técnicas digitales. Esta es la conversación que sostuvimos vía WhatsApp y que comparto para hacer visible, un poco más a profundidad, quién la persona que vive tras el bailarín Enrique Leyva Brines.

¿Cómo fueron tus primeros pasos en la danza?
Para empezar, debo decir que jamás pensé llegar a ser bailarín. Todo fue accidental. Mi gran pasión siempre han sido las artes plásticas, a las que en su momento nunca tuve oportunidad de poder estudiar por disímiles motivos que ahora no vienen al caso citar. Aun así, sin oportunidad, ni posibilidad de poder cursar nada que tuviera que ver con el arte, siempre se mantuvo en mí la motivación por la invención.
Por azahar de la vida, a los 23 años de edad aproximadamente, llegué a ver como espectador mi primera función de danza. Recuerdo con claridad a Danza Libre, Danza Fragmentada y Danza Espiral. Desde ese entonces quedé tan fascinado con ese mundo que me propuse llegar a ser parte del mismo. De esta manera me acerco a Danza Libre y emprendo un camino que aún tránsito.

Obra Un hombre es así. Foto Ernesto Cruz

Confieso que mis primeros pasos en el camino que decidí emprender, fue cuesta arriba y empedrado. No fue tarea fácil, pues a mi edad tuve que violentar muchos procesos lógicos, tantos como los de formación académica, físicos, anatómicos y mentales; es decir, si quería llegar a ser lo que me había propuesto, en tiempo récord tenía que estar medianamente a la altura de los bailarines graduados de las escuelas.

Fueron cambios muy bruscos para mí en todo sentido y aspectos. La perseverancia y la constancia fueron mis aliados y mejores amigos para entonces. Aprender de Ballet, Técnica Graham (moderno), Folklore y Danza contemporánea, todo a la vez y en corto tiempo. Aquello se me convertían en el cuento de nunca acabar. No miento cuando digo que flaqueé, pensé en desistir más de una vez, pero cuando veía a mis compañeros danzar, se me renovaban las ganas y las esperanzas volvían a tornarse verdes. Así, un día tras otro, un esfuerzo más, un repite que estás mal, un te quedas después que todos se hayan ido para seguir solo contigo y una última vez para que quede… Así se fue fraguando lo que he logrado y llegado ser hoy.

¿Cuándo fue tu primera vez en un escenario?
Exactamente fecha no recuerdo, pero aproximadamente fue en 1998, estando en mis comienzos en la compañía Danza Libre.

¿Cómo llegas a Danza Espiral?
Luego de haberme aprendido el ABC de la danza y sintiéndome capaz como bailarín, decido aventurarme y probar nuevos rumbos en busca de otros conocimientos y posibilidades. De esta manera no solo llego a Danza Espiral, antes de desembarcar en aquí, transité por otras agrupaciones.

¿Qué obras han marcado tu carrera como bailarín?
Un intérprete siempre lleva consigo una obra que lo marca, que lo inicia y lo ayuda en su evolución como bailarín. Eh aquí el porqué de llevarla dentro y guardarla en la memoria como algo preciado, algo que te identifica. En mi caso, no quisiera hablar en singular, pues hay más de una obra que me han marcado y siempre las recordaré. No obstante, diré la primera que me marcó por lo que significó para mí en su momento, además de seguir haciéndola tal y como se montó. Creo que hoy en día soy el único ejecutante de dicha pieza, me refiero a Un bolero para mí, coreografía del maestro guantanamero ya fallecido, Alfredo Velázquez Carcaccés.

Un bolero para mí, de Alfredo Velázquez. Foto Félix González Pérez

¿Qué te queda por experimentar en la danza?
La danza en sí es un experimento, el danzante es parte, pieza y herramienta del mismo como proceso, por ende, el bailarín es un eterno estudiante; yo como tal seguiría experimentando y estudiando todo lo que esté a mi alcance.

¿Qué crees de las actuales tendencias de la danza nacional e internacional?
Los tiempos traen consigo nuevas tendencias y evoluciones que transforman el arte del movimiento. El escenario de la danza se encuentra inmerso en un panorama diverso, donde diferentes estilos y fusiones cobran protagonismo y continúan reinventándose. Existe tendencia hacia la fusión de elementos y estilos, creando híbridos únicos que desafían los convencionales. La improvisación y la expresión corporal personal sigue siendo para mí el motor impulsor de estas nuevas tendencias, creando una experiencia visualmente cautivadora, siempre en búsqueda de nuevas formas de expresión y exploración del cuerpo humano.

La experimentación y la conexión emocional desafían constantemente las normas establecidas y redefine los límites del arte del movimiento. En fin, las nuevas tendencias tanto nacional como internacional, para mí no es más que la evolución de la misma, no pudiera decir ni buena ni mala, solo que la danza está en constante evolución del movimiento y su perfección, y no solo del movimiento por el movimiento, si no de la conexión del bailarín con el cuerpo y como resultado la transmisión de expresiones corporales que dibujan sentimientos y emociones hacia el público.

Este año Enrique Leyva Brines cumple 20 años de estar junto a Danza Espiral y 26 años de carrera artística. Es fácil decir cifras como estas, sin embargo, nadie conoce exactamente todo lo que escanden detrás. Enriquito le ha dado mucho a la danza y viviendo en Matanzas se ha convertido en un bailarín longevo que todavía sigue aportando a su compañía y al desarrollo de la danza en la provincia. Sería lindo reconocer su trayectoria y entrega a una manifestación del arte que tanto enriquece el espíritu.

Deja un comentario